Todos somos artistas

 

Todos somos artistas

Llegué a la conclusión, de que el rap es de algún modo un instrumento, así como lo es una guitarra, un piano, una batería, y que, como instrumento, cada persona tiene más afinidad en uno en concreto, ergo descubre su afinidad en uno en concreto, ya sea uno nuevo.

Una vez en la tele salió un hombre, a quien se le conmemoró por ser gran escritor, como un poeta destacable de la época, y ésta persona dijo no ser-lo: “Jo sóc un versador. Jo no sóc poeta. Poeta es Salvador Espriu, poeta és Juan Ram…”. Y me pregunto yo, también a veces, si soy poeta, en el sí de hasta cuanto soy poeta. Y veo una foto de Bukowski, y su pesante mirada de intelecto, hecha de genio cuando recuerdo sus poemas. ¿Y si soy científico?  me pregunto, y veo a Einstein cruzado de piernas, con el pelo espachurrado mirando a un lado, despreocupado, sabiendo yo que esta persona es la que más enigmas matemáticos ha resuelto cual aventurero que descubriera las américas. ¿Cuánto soy de científico? ¿Cuánto soy de poeta? Y en lo que a escribir letras, y ciencia, no me mido, porque no hace falta, y porque no soy muy alto. El caso es, que hoy tenía en mí una inconmensurable divagación, un estallido, un retumbar, una mano cogida que te impulsa hacia arriba, un abrazo incandescente, una brisa de calma y paz. Retumbaba en mí una fuerza, un impulso, para hacer, para deshacer, para realizar, pues cual río que brolla del manantial de la tierra, y fluye por la piedra, acariciando la tierra, besando los árboles y la vida, en mí a lo lejos parecía empezar a escucharse ese rugir, y el agua inconmensurable apartaba toda rama seca que encontraba, y barría, era fuerza.

Pues bien, esa fuerza, digamos-le, que me hacía móvil, hacía hacer sin querer, un inquietante que me hacía zigzaguear, trabajar en lo que estaba, tener que explicar-me a gritos, tener que darme a sentir a aquella persona en concreto. En ese momento, esa primavera, ese río, nacióse así, así como cada estación, digámosle, es distinta.

Bien. Y así puede ser un río, como puede haber un incendio. Y bien son fuerzas distintas.

Bien. El caso es que en mi mundo, a veces, me construyo un muro, un dique, que me permite contener estos momentos que sollozan rugidos, que barren el ambiente y estremecen el suelo. Construyo un dique con la intención de contener, de dirigir, de aguardar esa agua, y poder usarla para regar, para hacer palanca, etc. Pero hoy rezumaba ese caudal, a ratos sobrepasaba, y estuve a punto tanto de hacer aguantar todo aquello a mis diques, mi corazón advirtiéndome de las causas, así como de brindarlo de nuevo al mundo exterior, haciendo saltar al vacío tras un cielo esa cascada, quizás a ese mar mismo que dio agua cuando hubo sequía, o a ese planeta tan grande que su órbita realizó la mía. Ambas opciones serían útiles, ambas cosas tendrían un aprovechamiento del río. Pero, no sé si acabó siendo del todo útil mi elección al devenir de éste, tal vez sí. Toqué la guitarra.

Toqué la guitarra, y como la lluvia se escurre en la tierra, brindando niebla cálida agradecida, toda esa agua se fue escurriendo, a modo de canción, a modo de notas, que fueron sino caminos, historias, narraciones, y así se escurrió el agua, y de ella se nutrió el bosque. Y los árboles no crecen de golpe, pienso. Quizás esta sea la razón de la utilidad del agua misma, que los árboles una vez saquen hojas crecerán en función del agua que haya habido en el suelo, y se pondrán más verdes o menos en función de ésta, si no mira las copas de los pinos, blanquecidas en verano cuando la primavera ha sido seca.

Y así esa fuerza se irrigó, ya sea con un propósito u otro. Podría haber contenido ese río, poniendo en peligro mis muros; podría haberme dedicado a construir muros. Podría haberlo dado, haberlo devuelto si me hubiera acercado a la órbita de dicho planeta; eso hubiera supuesto acercarme a dicha órbita.

Varias opciones.

Me pregunté entonces, mientras sonaba la música y hacía drenar el agua, mientras fluía ésta por todos lados, o por sendas que se definían concretas, o saltaban y resollaban a un lado u otro, y mientras se abría el silencio de haber tocado las cuerdas, si era yo un artista.

Bien. Yo creo que todos somos artistas, porque todos tenemos ese poder. ¿Por qué me planteé ser artista? porque hacía música, que tocaba unas notas que describían un paisaje, un camino de amistad y de amor cambiante, ¿por ejemplo? Me planteé el ser o no ser artista, por el hecho de haber controlado, por algo que fuera, ese caudal, y haberlo direccionado a mi parecer. A veces un artista no es que quiera ser-lo, es que lo requiere, porque tiene que mediar con lluvia, con nieve, con volcanes, quién sabe. El hecho de haber podido coger la guitarra y explicarle aquello, explicarme aquello, sin decir una palabra, sin una mirada, es una forma de explicar aquello sin tener que decir una palabra, sin una mirada, pese a que podría haber hablado, y si me hubiera movido hubiera podido ver esos ojos como el destino.

Y todos somos artistas, porque todos sabemos hacerlo, porque sabiendo hacer casas, todos podemos aprender a construir diques, y a direccionar el agua para que se filtre en unos u otros sitios, a trabajar nuestra tierra, a racionalizar, para poder no sucumbir al desdén, resistir la hambruna, la sequía, el frío de la soledad, entre otros.

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